Cuando conocí a Julio Cortázar

            A propósito de los 100 años que cumplió, el pasado 26 de Agosto, el escritor Julio Cortázar, me puse a pensar que fue lo primero que me cautivó de él. Es indudable que su obra transmite una turbadora percepción de lo normal, común y ordinario adentrándonos a un mundo sin fronteras, ni límites. Lo que maravilla a cualquiera. Es simplemente infinito.   

          Seguramente no discutirán en este punto, pero les aseguro que para quienes lo hemos leído y releído siempre hay un aspecto que parece renovarse. Es de ese tipo de escritores que parecen mutar dependiendo del momento de nuestras vidas. De ahí la encrucijada que cuando comencé a leer “Rayuela” por primera vez no logré entender la devoción a esa novela. No era Cortázar, era yo, que por alguna razón había cambiado. Años después, bajo otra perspectiva, volví a leerla y aún me pregunto de que inconsciente enajenado habría salido Horacio Oliveira y los delirantes laberintos de este libro único. En tanto, quien no ha querido ser la enigmática y enredada Maga. Es torpemente adorable, auténtica y con una inmensa necesidad de amor. Es un personaje creado sólo por un coleccionista de fantasmas, un genio, que realmente puede llegar a cobrar vida. Incluso tomarse la nuestra. Y convertí la frase: "Sólo viviendo absurdamente se podría romper alguna vez este absurdo infinito" en una especie de karma. Pero esa, es otra historia.

           Estaba tratando de recordar y creo que el primer cuento que leí de Cortázar fue “Casa Tomada”. Recuerdo haber visto el Bestiario en alguna vieja librería de usados y en primera instancia me quedé atónita. Había en esas líneas una inexplicable circunstancia. Porque alguien, o algo, se adueñaría de nuestras existencias y poco a poco nos iría quitando todo. Ese choque con mi concepción racionalista del mundo me encadenó. Lo insólito es que sin darnos cuenta nos vamos acostumbrando a la nueva situación. Nos sentimos más incómodos, despojados e inquietos, pero no protestamos. No hacemos nada para zafarnos. Sin darnos cuenta nos expulsan sin remedio de nuestra propia casa. Y tiramos la llave a una alcantarilla para no volver más. Es extraordinario.

         Y luego está “Carta a una señorita en París” donde vomitar conejos era un hecho que simplemente ocurría ahí. No tiene cuestionamientos, debes entrar en el mundo de Cortázar para siempre para lograr comprenderlo. Luego están “Continuidad de los Parques”, “La autopista del Sur”, “El otro cielo”, “Circe” y muchos otros, donde cada vez es más patente el surrealismo y las continuidades entre diversos planos de la realidad. Como olvidar “Historias de cronopios y de famas” un viaje fantástico a lo cotidiano para dar paso a las observaciones más insospechadas. Remueve nuestra realidad para llevarnos a un universo lúdico y sublime. Como negarse a semejante viaje. Por ello, siempre tengo su colección por ahí, en un estante a la mano, esperando el momento preciso para ser retomada. Pero, sin duda, con la precaución de tener bien claras las instrucciones para regresar al mundo intrincado, confuso y neurótico de Cortázar.

Escribir comentario

Comentarios: 0